Los padres castigan más una verdad contundente que una mentira piadosa en sus hijos: por qué

Los niños están aprendiendo sobre la honestidad en un entorno bastante complicado

niños que dicen la verdad

Así lo demostró un estudio de investigadores estadounidenses sobre los mensajes poco congruentes que los adultos les están dando a los niños sobre mentir en comparación con decir la verdad en diferentes contextos. Crédito: Shutterstock

¿Le estás enseñando a tu hijo a decir la verdad o lo penalizas cuando lo hacen? La honestidad es un valor entrañable en cualquier ser humano, pero los chicos son juzgados con más dureza por los adultos que aquellos que tuercen la verdad para ser educados o proteger a los demás.

Así lo demostró un estudio de investigadores estadounidenses sobre los mensajes poco congruentes que los adultos les están dando a los niños sobre mentir en comparación con decir la verdad en diferentes contextos.

La autora principal, la Dra. Laure Brimbal, de la Escuela de Justicia Criminal y Criminología de la Universidad Estatal de Texas, aseguró que esta investigación tiende a mostrar que existe una relación complicada con la verdad de que los niños deben navegar para aprender lo que es socialmente aceptable.


“La mayoría de los padres se habrán sentido avergonzados o molestos por la honestidad brutal de sus hijos en algún momento. Aprender a decir mentiras es una parte normal del desarrollo social de los niños”

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Continuó con que hasta la fecha se sabe poco sobre los mecanismos y procesos que subyacen al desarrollo y formación de la habilidad social crítica de la mentira prosocial a pesar de los mensajes contradictorios de los adultos sobre la aceptabilidad de mentir en lugar de decir la verdad.

La experta destacó que los niños están aprendiendo sobre la honestidad en un entorno bastante complicado.


“Parece ser una habilidad social importante mentir para encajar con las expectativas de los demás, pero esto es a pesar de los posibles mensajes contradictorios de sus cuidadores adultos de que está mal mentir… mientras que, además, a veces se percibe como poco amable ser honesto”

El experimento del estudio, publicado en el Journal of Moral Education, entrevistó a 267 adultos, del noreste de Estados Unidos, a quienes se les muestran videos de niños, de 6 a 15 años, que dicen la verdad o mienten en diversas situaciones sociales.

24 niños diferentes mintieron para proteger a los demás. Por ejemplo, un niño mintió sobre dónde se escondía su hermana, que tenía problemas con sus padres.

En otros escenarios, los niños mentían por cortesía, como decir una “mentira piadosa” para evitar herir los sentimientos de alguien.

Ante el primer escenario, los autores notaron cuatro variaciones de mentiras o verdades “contundentes” o “sutiles”. Es decir, la “mentira contundente” fue “ella fue a la biblioteca a hacer la tarea”; la verdad sutil era “Creo que ella podría estar afuera”; la mentira sutil fue “Creo que ella podría haberse ido a la cama o algo así”; y la verdad contundente fue “Ella está debajo del porche”.

Seguidamente, se les pidió a los adultos que calificaran su impresión del carácter del niño, incluida su confiabilidad, amabilidad, confiabilidad, competencia, simpatía, inteligencia y honestidad.

Imaginando que eran los padres del niño, los participantes también calificaron la probabilidad de que castigaran o recompensaran al niño por sus mentiras o verdades.

Los hallazgos mostraron que los adultos juzgaron a los que decían la verdad sin rodeos con más dureza que a los que mentían o decían verdades vagas, pero solo cuando decían mentiras para ser educados.

Cuando los niños mentían para proteger a los demás, decir verdades o mentiras contundentes tenía menos influencia en la forma en que los adultos veían al niño.

Asimismo, los niños que dijeron verdades contundentes como “No quiero este regalo, ¡es feo!” fueron juzgados con más dureza por los adultos que aquellos que tuercen la verdad para ser educados o proteger a los demás.

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