¿A qué hora es mejor meditar?
La meditación combina la respiración con el ritmo de tu pensamiento para saber qué hay en tu mente y, si lo necesitas, aquietarla
La meditación es un momento para observar tu respiración y tu pensamiento e, incluso, aquietar tu mente. Suena un tanto complicado, pero no lo es. Sólo necesitas sentarte cómodamente, erguir la espalda y dedicarle un tiempo todos los días; a cambio, reducirás tus niveles de estrés y ansiedad y mejorarás tu concentración, entre otros beneficios. ¿Pero a qué hora es mejor meditar?
¿A qué hora tienes tiempo?
Para muchas personas el mejor momento para la meditación puede ser a las cinco o seis de la mañana, antes de que salga el sol, pues se trata de un momento de quietud antes de que inicien las actividades diarias. Para otras, puede ser por la noche, cuando ya han terminado sus tareas. La verdad de las cosas es que con tantas ocupaciones que tenemos durante el día la mejor hora para meditar será en cualquier momento que tengas tiempo.
Y es que para meditar necesitarás unos 10 minutos sin interrupciones en un espacio tranquilo donde puedas sentarte a respirar, relajarte y observar el estado de tu cuerpo y de tu mente. En realidad no necesitas ningún equipo ni ropa especial ni ninguna atmósfera en particular: con la voluntad para respirar, relajarte y observar es suficiente. Lo único que sí es indispensable es el tiempo.
Además de relajarte y reducir tu estrés, meditar fortalece el sistema inmnológico, te ayuda a concentrarte mejor y puedes observar la vida con otros ojos.
Según los expertos, el mejor momento para meditar es entre las cuatro de la mañana y las cuatro de la tarde, pues en esos momentos la posición de la Tierra favorece el equilibrio entre las glándulas pineal y pituitaria al sentarte con la espalda recta; estas glándulas regulan los ritmos circadianos y las condiciones hormonales del cuerpo. Pero a cualquier hora que tengas unos minutos para meditar, trata de hacerlo con constancia.
¿Cómo empezar?
Puedes iniciar con 10 minutos al día. Siéntate en una posición cómoda, ya sea en una silla o en el suelo, pero con la espalda bien recta y la barbilla paralela al suelo. Coloca tus manos en postura de oración o sobre tus rodillas. Ahora hazte consciente de tu respiración y trata de que sea profunda y pausada. Entrecierra los ojos.
Por unos segundos observa cómo está tu cuerpo, dónde hay tensiones, cómo se encuentra tu estómago y los sonidos que hay alrededor. Ahora deja que fluyan tus pensamientos sin concentrarte en ninguno en particular.
Recuerda que meditar no es poner la mente en blanco, porque es una tarea prácticamente imposible para un órgano que está diseñado para pensar. Meditar es observar tus pensamientos sin enfocarte en alguno en particular, ni juzgar ni accionar.
Si decides hacerlo por las mañanas, quizá encuentres que tendrás mayor claridad mental para iniciar el día y una mejor concentración en tus tareas. Si meditas por la noche encontrarás una oportunidad para relajarte y observar tu día antes de dormir.
Si decides usar velas, aromas o música, debes saber que durante los primeros días de práctica estos elementos pueden distraerte, así que quizá quieras empezar sobriamente e incluir elementos conforme avances.
Para empezar, destina 10 o 15 minutos al día para la meditación sin interrupciones, prueba diferentes momentos al día, experimenta los efectos de la práctica y cuando encuentres el momento más cómodo y en el que te sientas mejor, esa será tu hora ideal para meditar.