«Algunos días detesto a mi hijo»: Qué hacer en momentos de desesperación
Ser madre no es una labor sencilla y, algunos días, es posible que te sientas al límite
Ser madre no es una labor sencilla y, algunos días, es posible que te sientas al límite. «Algunos días detesto a mi hijo», confesó una mujer en condición de anonimato al portal Mumsnet.
La madre relató que «no tiene ni idea de lo que está haciendo» y que sus días se sienten estresantes y apurados, debido a que sobrevive con solo tres o cuatro horas de sueño cada noche y trabaja cuatro días a la semana.
El caso de esta mamá era con respecto a su hijo de 2 años de edad, pero esta situación de desespero se puede presentar en cualquier momento, sobre todo en la primera infancia y la adolescencia.
Por ello, el portal Empowering Parents señaló algunas recomendaciones sobre qué hacer en momentos de desesperación:
Identifica y reconoce tus sentimientos
Aceptar que en ocasiones puede no agradarte tu hijo es difícil, personal y socialmente hablando, no es algo que esté “bien visto” a pesar de que son desafiantes, irrespetuosos o no son quienes quisiéramos que fuesen.
El cambio no puede comenzar hasta que seas honesto contigo mismo sobre cómo te sientes. Pregúntate: «¿Qué estoy sintiendo y por qué?»
La respuesta a esa pregunta te permitirá atacar el problema de raíz.
No alejes tus sentimientos porque te sientes culpable o pienses que está mal que “algunos días detestes a tu hijo”.
Maneja tus expectativas
A veces, como padres, los recuerdos de la propia infancia provocan sentimientos de insuficiencia, miedo o ansiedad, que se proyectan en nuestros hijos.
Por ejemplo, si fuiste muy criticado cuando niño por no tener una boleta de buenas calificaciones, probablemente seas severo con tu hijo cuando sus notas caen por debajo de un promedio sobresaliente.
No dejes que tus traumas del pasado afecten tu relación con tu hijo.
Debes respetar la individualidad de tu hijo a medida que se hace mayor, porque a la única persona que puedes manejar es a ti mismo.
Habla del problema
Puedes hablar con el padre de tu hijo o desahogarte con algún amigo o familiar de confianza. Si lo consideras necesario y es posible, toma unos días dejando a tu hijo algún tutor.
Hablar con alguien más puede ser de mucha ayuda, incluso puede considerar ir a terapia para ser asesorado con un profesional en maternidad o paternidad.
Comprométete a no criticar
«Está bien, hoy no puede salir una sola crítica de mi boca», es una buena frase para comenzar cada día, para convertirlo en un pensamiento y una actividad muy consciente.
En ocasiones es un comportamiento inconsciente que puede herir susceptibilidades y con las que hay que tener mucho cuidado, debido a que la influencia parental en tus hijos es determinante sobre la manera que se perciben ellos mismos.
Observa cuando tu hijo hace algo bien. Señala sus puntos fuertes y descríbelo para que pueda comprenderlo. Puede ser algo como:
“Parecía que estabas a punto de gritarle a tu hermano, pero me di cuenta de cómo te recuperaste y te alejaste. ¿Cómo hiciste eso? Fue impresionante».
Ten iniciativa
Asumir la responsabilidad de sus emociones y reconocerlo expresamente, demuestra a tu hijo que quieres que las cosas mejoren.
Ese refuerzo será de gran ayuda para tu hijo. Verte hacerlo primero, será un gran ejemplo.
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