Mi hijo comienza a hablar, ¿debo preocuparme si tartamudea?
En esta etapa de aprendizaje del habla, los más pequeños suelen tropezarse con sílabas o palabras, por lo que esa llamada "tartamudez" no debe preocupar a los padres
En los primeros años de vida del niño, en la etapa cuando comienzan a hablar, puede ser común que la “tartamudez” aparezca durante ese proceso de aprendizaje, por lo que los padres no deberían preocuparse según el libro Tu hijo crece.
La tartamudez es la repetición involuntaria de una sílaba o palabra que hace más lento el habla, resultando en muchos casos difícil su pronunciación y requiriendo, a veces, considerables esfuerzos.
En el libro se aclara que la repetición de palabras o sílabas se produce de manera normal durante los primeros años de vida en el niño; no obstante, esta situación podría reaparecer en edad adulta por la influencia de factores emotivos como una discusión violenta, excitación del ánimo o miedo.
“En realidad, todos los niños tropiezan en algunas palabras y las repiten; lo que ocurre es que, mientras algunos padres aceptan sin inquietud esta pequeña dificultad, hay otros que la toman como algo trágico. Tanto es así, que el 70% de los niños, considerados como tartamudos durante los primeros años, se corrigen espontáneamente de tal anomalía en los años siguientes. Siempre, claro está, que los padres no demuestren su angustia por lo que sólo representa una etapa transitoria del aprendizaje de la palabra”, señala el texto.
Pero si se le da una exagerada importancia a esta situación, podría agravarse. “El chiquillo, a quien se riñe pretendiéndole corregir mediante observaciones y reflexiones constantes, acaba preocupándose también y perdiendo la confianza en sí mismo. A las interrupciones y repeticiones normales e involuntarias se añadirán las vacilaciones conscientes, empezará el miedo y pronto el niño se negará a hablar, por temor a provocar observaciones desagradables”, advierte el libro Tu hijo crece.
Añade además que el niño se verá obligado a reconcentrarse, y el lenguaje dejará de ser una cosa natural y agradable para transformarse en una tarea temible y cargada de numerosas dificultades. “Pronto un deseo de hablar se verá limitado por excesivas preocupaciones entorpecedoras de su discurso”.
Asimismo, esa excesiva preocupación de los padres hará que la ansiedad del niño acentúe esa anomalía, “pues a la tartamudez, que en su origen era simplemente una manera torpe de hablar, se añadirá un complejo emocional, una idea de fracaso, que no tardará en convertirse en un grave anomalía de la palabra”.
“Si insistimos tanto sobre estos hechos es para evitar que los padres concedan demasiada importancia a los tartamudeos de los primeros años. Generalmente estas dificultades pasan pronto, y las repeticiones deben ser consideradas como una simple etapa transitoria del aprendizaje de la palabra”, apunta el libro.