¿A qué edad comienzan los niños a robar y por qué lo hacen?

Los principales motivos que impulsan a infantes a partir de los 5 años a tomar algo que no es suyo, suelen deberse a situaciones de carencias afectivas

Hasta los 3 años, los niños no tienen noción de propiedad. / Foto: Chinh Le Duc - Unsplash.

Hasta los 3 años, los niños no tienen noción de propiedad. / Foto: Chinh Le Duc - Unsplash.

No es sino a partir de los 5 y 6 años de edad, y con mucho trabajo de los padres, que los niños comienzan a diferenciar entre lo que les pertenece y lo que no; además de saber que han hecho mal al tomar un objeto que no es de él.

Asimismo, esta es la edad en la que también comienzan a usar esta acción -aquí viene el trabajo moral de los padres- para responder a una serie de sentimientos o emociones negativas.

En el libro Mi hijo crece se explica que en el niño pequeño, la distinción entre el bien propio y ajeno no está todavía definida. Hasta los 3 años de edad, aproximadamente, “lo mío y lo tuyo sólo representan para él una idea confusa: es suyo todo lo que él quiere o necesita”, plantea.

Igualmente, a lo largo de su desarrollo, la distinción va estableciéndose, pero con el trabajo de los padres. El niño se ve forzado a renunciar a cierta cantidad de cosas (tanto objetos como sentimientos, personas y satisfacciones) que no le pertenecen exclusivamente, y debe ser capaz de conllevar la frustración que esto le provoca” apunta el libro.

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Así se va estableciendo poco a poco la idea de propiedad paralelamente al respeto de lo ajeno.

No obstante, este respeto, necesario para nuestra sociedad, se irá adquiriendo gradualmente con la educación, aunque según el libro no resultará fácil y surgirán algunas dificultades; y mientras no se haya convertido en una idea perfectamente clara para el niño, no se podrá hablar de robo cuando tome algo que le apetezca, sea un juguete de un amigo o una moneda de mamá.

Los distintos tipos de «robos»

En el libro Mi hijo crece se plantea que algunos robos no pasan de ser hurtos de compensación. “El niño no intenta apropiarse de lo que no le pertenece, porque, en realidad, el objeto robado ocupa el lugar de cualquier otra cosa. En resumidas cuentas, no se trata más que del cambio de objeto codiciado por otro”.

Para ejemplificar esta teoría, en el libro se expone el caso de un niño de seis años que tiene una hermana mayor que recibe de los padres un regalo, generando en él un sentimiento de frustración, al sentirse menos querido; y ante esto decide robar del bolsillo de su madre un billete.

Este incidente, trivial en apariencia, tiene en realidad un significado profundo, apuntael libro. “Por un lado, el niño, al robar ese dinero, recibe algo de su madre; un valor de cambio que ocupa el lugar del cariño que teme haber perdido. Pero, por otra parte, este robo le permite manifestar su hostilidad; y además, una vez descubierto el robo, le va a acarrear un castigo, que el niño puede aceptar incluso con alivio, porque no sólo es el castigo del robo, sino también de los sentimientos de hostilidad hacia su familia de que se siente culpable”.

En realidad, en este caso, el dinero en sí no representa un valor intrínseco, puesto que el niño no lo emplea. Aquí el billete tiene únicamente un valor simbólico como objeto de sustitución, y también como medio de que el niño se vale para manifestar su hostilidad.

Este es, ante todo, un robo de compensación, para reemplazar el cariño que el niño teme perder.

Otra cosa muy distinta son los robos generosos hechos con objeto de conciliarse la amistad de los que le rodean, como en el caso del niño que roba dinero a sus padres para comprar dulces a sus amigos, pues con él compra su favor y su amistad.

Con estos robos generosos el niño pretende a veces mostrar a los compañeros cuánto le quieren sus padres, que tanto dinero le dan.

Asimismo, algunos robos solo tienen por objeto hacer un alarde de valor como, por ejemplo, los hurtos cometidos en un escaparate o vitrina para apoderarse de objetos absurdos, sin utilidad ninguna para el muchacho.

Así pretende este presumir de valentía, ganándose la estimación de sus compañeros. Es muy frecuente que un chiquillo se lance a cometer un robo de este tipo porque no tiene otro medio de conquistar el aprecio de sus camaradas, refiere el libro.

Por último, algunos niños roban porque no pueden resistir el deseo de poseer tal o cual objeto codiciado: golosinas, frutas, objetos de pacotilla, un juguete o un libro. Estos niños, incapaces de resistir la tentación, suelen ser aquellos que no aguantan ninguna frustración y que sufren por falta de cariño, se señala en el libro.

En general, cometen estos robos los que no han alcanzado la madurez afectiva suficiente para satisfacer sus deseos de otra manera”.

Debemos considerar aparte los robos cometidos con finalidad de protesta u oposición al medio familiar o social.

Niños educados generalmente por padres muy severos y escrupulosos en lo referente al respeto e la propiedad ajena, manifiestan su oposición conduciendo como saben que puede ser más penoso para sus padres, dice el libro.

Estos robos forman parte de las reacciones de oposición, y suelen darse con mayor frecuencia en una edad más avanzada.

Se trata de protestas concientes, y no suelen incurrir en ellas niños menores de diez años, planteando ciertos problemas de delincuencia juvenil.

Como se ve ve, los motivos que impulsan al niño a robar suelen deberse a reacciones afectivas desequilibradas.

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