¿Cómo afectan las ausencias prolongadas del padre o la madre a los niños pequeños?
Los infantes pueden padecer algunas conductas negativas como dificultades educativas hasta rechazo al progenitor que está mucho tiempo fuera del hogar
Las ausencias prolongadas tanto del padre como de la madre pueden afectar considerablemente la conducta los más pequeños, refiere el libro Mi hijo crece.
En el caso del padre, se ha comprobado que su ausencia en el hogar de forma muy prolongada, aquí entran los papás que han tenido que emigrar, sos marino o prisioneros de guerra, genera dificultades educativas en el niño.
La madre debe reforzar su autoridad al deber enfrentar la crianza de los hijos sola; y los niños, en especial los varones, se acostumbran a un medio familiar sin la presencia paterna, generándose conflictos y sentimientos encontrados al regresar el padre después de una larga ausencia.
En este tipo de situaciones, a los hijos se les hace difícil aceptar nuevamente a su padre y este puede experimentar la sensación de sentirse un extraño dentro de su familia.
No obstante, la ausencia definitiva del padre por fallecimiento o divorcio, que obliga a la madre a cambiar un poco su papel materno, acentúa los problemas en los más pequeños. “Si intenta suplir la ausencia del padre por un exceso de autoritarismo o dogmatismo severo puede suscitar en el niño un temor o una insatisfacción afectiva”, refiere el libro.
Asimismo, “si la madre se desanima dejándose dominar, cae en la melancolía o la irritabilidad y en ambos casos se desarrolla un clima de malestar perjudicial para el niño con la agravante de que éste se encuentra más vulnerable por falta de un ideal varonil”, apunta.
Igualmente, el padre viudo o divorciado, también suele tropezar con dificultades, según el libro Mi hijo crece.
“Los niños, trastornados por la falta de la madre, adoptan una conducta extraña. Si es niña, por ejemplo, intentará inconcientemente ocupar el lugar de la ausente y unirse demasiado a su padre, hacia el cual la empuja su precoz feminidad.
Egoístamente, el padre puede alentar esta fijación, que al vez paralice a la jovencita en la adolescencia.
En cambio, el muchacho, al no verse contenido por la ternura del vínculo materno, puede adoptar una actitud de oposición al padre que se ha quedado solo”.
La armonía del matrimonio para el bien del niño
Si bien la unión de los padres ayuda a la salud mental del niño, esta debe tener una real armonía; fundamental para la tranquilidad y la seguridad de los hijos.
“Es preciso que ambos cónyuges, el femenino y el varonil en los cuales se apoya el niño para evolucionar – y a partir de los cuales se desarrolla, por identificación, su sensibilidad- sean armoniosamente complementarios”, refiere el libro Mi hijo crece.
“En efecto, toda desunión de los padres, cualquier desacuerdo del matrimonio, dividen interiormente al niño. Si el padre y la madre no están unidos, el hijo tendrá después dificultades para establecer relaciones satisfactorias con los demás hombres y mujeres”, apunta el libro.